Ilustración de Sara Lew |
A ver cómo se nos dá esta carrera verde.
Satur atravesaba el complejo
nuclear abandonado en su bicicleta nueva cuando pinchó. Si su madre pudiera
verle por ese agujerito del que todos hablaban le hubiera dejado sin postre un
mes entero, pero Satur necesitaba impresionar a Azucena y cuando Pedro le retó
a traer una de las flores azules que solo crecían en la vieja central nuclear
supo que no podía permitirse quedar cómo un cobarde. Todo lo que había oído
de la central daba miedo. Pinchar en aquel momento era terrible, pero cruzar el
extra-radio caminando de noche, eso sí era realmente peligroso.
Al menos había cogido la linterna, así que decidió esperar que vinieran a
buscarlo. Se sentó en las escaleras del edificio de oficinas y observó el
contenedor de hormigón del gran reactor. Unos arbustos azules se encaramaban al
muro agrietándolo con sus raíces. Mientras anochecía, Satur se lamentaba de
haberse dejado llevar. Quizá Azucena no valorara tanto la valentía. De pronto,
oyó un crujido que provenía del reactor. Encendió la linterna. El débil haz apenas
alcanzaba un pequeño arbusto azul que crecía a unos treinta metros de donde
estaba. La apagó, no quería quedarse sin batería. Un segundo crujido le hizo volver
a encender. Nada. Solo alcanzaba a los arbustos más cercanos. Apagó. Crujido.
Encendió. Aquellos arbustos parecían estar cada vez más cerca. Aguantó la
linterna encendida durante minutos. Los arbustos no se movían. La bombilla
empezó a fallar. Apagó. Crujido. Encendió. La luz era muy débil, pero no había
duda. Los arbustos se le habían echado encima. Uno parecía crecer sobre la
bicicleta. Se levantó e intentó abrir la puerta de las oficinas. Algo rozó su
hombro. La linterna rodó por el suelo. Notó decenas de ramas rozándole, agarrándole. Perdió el conocimiento.
Despertó con el sonido del motor.
Era de día. Su madre había venido a buscarlo con el todoterreno. Encontró la
bicicleta y lo llamó a gritos durante minutos. Satur intentó llamarla, no pudo.
Ella pasó ante él varias veces como si no lo viera. Al mediodía cargó la
bicicleta en el coche y se alejó por donde había venido. Satur se miró las
manos y entendió que en aquel estado debía olvidarse de su madre y de Azucena.
Esperaría a la noche, para encaramarse al contenedor del reactor y así, poder
agrietar el hormigón con sus nuevas raíces.
Jope, en vilo me has tenido. Oye, y lo que se hace por amor, para después perderlo todo haciendo una tontería.
ResponderEliminarDurito. Me ha hecho pensar en sitios terribles que hemos creado: Chernobyl, Fukushima, y el pez de tres ojos (creo) de la central nuclear que aparece en Los Simpsons. Y es que cuando me pongo....
Gracias, un relevo claramente en contraposición con el que ha escrito Sandra. Qué bueno es imaginar y para cuanto da.
Gracias y felicidades, Luisa
La verdad es que tu forma de expresión me gusta mucho. Lo he leído de carrerilla y ok¡¡¡¡¡¡¡¡ Fernando, excelente.
ResponderEliminarMiedito da tu relato Fernando, ainssss pobrecillo Satur convertido en arbusto azul por amor.
ResponderEliminarUn buen comienzo para esta carrera verde.
Besos desde el aire
Buen relato, Fernando, de suspense ecológico. Al menos contribuye a destrozar el hormigón de la central.
ResponderEliminar¿Hay segunda parte?
ResponderEliminar(Está muy, muy bien....).
Cuánto me alegro de ser otro br0ócoli: tu relato empieza dando caña de la buena. Me gusta compa.
ResponderEliminarUn abrazo
Pero ¡qué rapidez Fernando!, a Luisa se le olvida una central igualita que la de japón: la central nuclear ubicada en Burgos, Garoña. ¡Sólo espero que su cierre sea definitivo y nos dejen vivir en paz a pocos metros de ella!. ¿Sabes? ...una vez pinché frente a su muro de hormigón.
ResponderEliminarBuen inicio para los brócolis, pero...¡cuidado con los repollos!!.
Un beso.
¡Tremendo! Ay las cosas que hacen los chicos por no quedar como cobardes ante sus pares! Pero ese final me hizo correr la gota fría por la espalda. Mucho oficio para manejar la tensión narrativa, Fernando.
ResponderEliminar¡Saludos van a todos los brócolis!
Muy buena historia Fernando, nos llevas casi sin aliento hasta el final, me ha gustado el ritmo de la historia y ese encender y apagar de la linterna,
ResponderEliminarUn abrazo verde
Angustia, eso me ha creado tu micro, si eso es lo que pretendías... lo has conseguido.
ResponderEliminarMe gusta tu micro verde ...digo azul.
Un saludo de una kiwi.
Menudo relatazo de terror nuclear...Es trepidante el ritmo de tu narración, no es tan verde como las flores azules, pero deberían serlo... Me gusta eso de se apagó, crujió y se encendió.
ResponderEliminarBesicos de ACELGA para un brócoli...
Repito lo dicho en casa de la acelga Sandra, sabía que me iba a divertir con esta carrera.
ResponderEliminarHas arrancado a los brocolis con un micro duro, Fernando, al que has sabido dotar de las dosis adecuadas de suspense para desembocar en el terror. Quizá me ha llegado porque mis ojos lectores han sido los de un padre y me ha corrido un escalofrío por la espalda.
Un abrazo,
Impresionante si señor! nos introduces y nos adentras en un mundo sórdido y emocionante!
ResponderEliminarAngustioso. Lo del color azul muy apropiado.
ResponderEliminarUn abrazo celeste
Fernando, no me atreví a pasar antes por esta lectura "brocoliana" por miedo a que no pudiera inspirarme, pero ahora sumo otro temor, que es real aunque lo disfracen, el de la energía nuclear, que se puede cargar con todo ser vivo en un segundo.
ResponderEliminarMe gustó la tensión que imprime el relato y como agarras al lector hasta que todo ha pasado.
Con tu permiso me quedo por aquí para ir leyendo, cuando el tiempo acompañe, tus relatos.
Un abrazo.
Como he comentado ya en otro blog, el proyecto ecológico (Carrera Verde) me parece una idea genial y es una gozada estar leyendo vuestas aportaciones.
ResponderEliminarTu relato me parece fantástico, inquietante y se lee de un tirón y casi sin respirar.
Si me lo permites pasaré a leerte y en esta ocasión, estaré en la acera aplaudiendo al pelotón, os entregaré flores y agua al que lo necesite, aunque viendo y leyendo lo que ofreceis, el agua me la voy a beber yo de un tirón o brindaré por relatos como los que estais dejando caer.
Ha sido un placer pasar por esta tu casa.
Besicos muchos. (Nani Canovaca)
Humm, que metamorfosis más curiosa. Lo que se hace por el amor de una mujer. Se lee muy bien, sin dejar espacio a la imaginación (ya está bien de tanto micro que agota neuronas). Triste futuro si no lo cuidamos, pero tal y como están ahora las cosas, la radiactividad está ya en nuestras tarjetas sanitarias. Curiosa iniciativa la de Luisa.
ResponderEliminarUY, ahora que me doy cuenta, leí tu relato y al pasarme el testigo, con los nervios, ni tan siquiera dejé un comentario, qué mal educada. Ahora lo leo más tranquila, sin nervios, es escalofriante. Esas flores azules y esos arbustos, no quiero pensar a cuántos habrán atrapado ya.
ResponderEliminarUn beso y gracias por tan buen comienzo para los Brócolis.
Fernando, primera vez que te leo, quedé impresionado, si tus compañeras no se amilanan lo de ustedes será grandioso.
ResponderEliminarBrocolis, los felicito.
Un abrazo Fernando.
Luis un acelga.
Y mira tú por donde ya estamos de nuevo aquí.
ResponderEliminarPaloma acaba de hacer su aportación
http://unlibroesunjardndebolsillo.blogspot.com.es/2013/01/irreductibilidad-i-carrera-verde.html
Micro que, ahora, deberás de ilustrar o lo que sea que quieras hacer y que te sugiera el texto.
Tienes tiempo, tienes un fin de semana. Lo que quieras te damos.
Y sin más, gracias, Luisa
Fernando. ¿Cómo vas? ¿Estas agobiado? A ver con lo que nos sorprendes a los Brócolis y Puck escribe pasándome el relevo definitivo.
ResponderEliminarSaludos y a esperar....