25 nov 2013

88 | Desaramago


Esta mañana he necesitado releer a Saramago. Me gusta Saramago en primavera aunque su prosa recuerde al Verano de Vivaldi. Me gusta su forma de enramar historias. Me gusta tanto, que querría aprender portugués para apreciarlo sin el filtro de Losada. Pero no lo hago, cosas de haber nacido perezoso. Esta mañana he caminado descalzo y hambriento hasta la estantería donde vive mi colección. Al extraer el “Ensayo sobre la ceguera” se han caído las palabras al suelo. Acero y piedra, de golpe, pluma y nube relamiendo el aire, jilgueros —en plural— y avión —en singular— han volado por la ventana aprovechando que estaba entreabierta. Apresurado, he recogido el resto para evitar fugas. Las he reinsertado avivadamente entre las páginas, al batiburrillo, sin miramientos ni concierto. Lo curioso es que al leerlo, el libro seguía teniendo sentido. Otro sentido, pero sentido al fin y al cabo. Por un momento la tentación de registrarlo se ha apoderado de mí, pero bien mirado, mi ídolo en persona —o en espíritu– me ha hecho un regalo exclusivo. He creído desconsiderado compartirlo, así que he devuelto a la estantería el ejemplar reconstruido y he salido a comprar uno nuevo para esperar la próxima primavera.


Con este microrrelato participo en ENTC en el mes de noviembre. El tema? La palabra inventada.

10 nov 2013

87 | La calle se tornará gris mientras todos duermen



El avión atravesó la capa de nubes y un sol radiante inundó la cabina en el mismo momento en que el pasajero 11F releía el restrictivo documento. La nueva normativa municipal resbaló de sus dedos lacios. Se quitó la chaqueta y descubrió un ajustado suéter de rayas blancas y negras a juego con su rostro de mimo callejero. Se incorporó calándose un bombín, repartió sonrisas mudas por última vez y accionó la puerta de emergencia. El avión se detuvo, en seco, sin inercia. El mimo recorrió el ala hasta llegar al filo. Luego voló al vacío. Cerrada la puerta, el avión prosiguió con una carta abandonada y un asiento que nadie podría ocupar, rumbo a la próxima ciudad con calles de tránsito plomizo y monótono.

Este microrrelato ha sido publicado en la página 4 del número de noviembre del diario local L'independent de Barberà.

6 nov 2013

86 | Reciclaje



Mientras su padre cerraba la tapa del contenedor oyó alejarse a doña Carlota. Arrastraba su malcriado chihuahua entre aspavientos y maldiciones. El Kevin siempre había querido un perrito con quién jugar, un compañero de correrías. Había prometido encargarse de todo. Le enseñaría a sentarse, a saludar, a rodar sobre si mismo y otras cabriolas más lucrativas para el semáforo. ¿Quien sabe? Igual conseguía ahorrar para una chabola y que abandonaran el contenedor de una vez, pero su padre no quería entender nada de nada, era un conformista. No te quejes, decía siempre que sacaba el tema, peor lo tienen los vecinos, los del contenedor de vidrio.