Y nada más existió hasta el próximo tren, y el tren llegó vacío, los pasajeros ocuparon el andén sin
sombra ni equipaje.
El niño
negro aparece arrastrando un baúl sin sonrisas, aunque su globo es de un azul
intenso y feliz. El blanco texturado del suelo se emborrona entre los raíles y
se mancha de verde la hierba, pero es un verde sucio. Todo se arruga.
Él, se limpia
las manos, enciende la última pipa que le ha regalado Theo y se pregunta si
llegará un nuevo tren. Los lamentos del niño negro continúan resonando en la
papelera. Entre volutas efímeras, decide volver a los girasoles.
Mi aportación de esta semana al ReC. Pensando en la siguiente.
Es precioso; da la sensación de que todo de lo que habla es muy ligero, difuminado en el escenario...como si fuese a echar a volar. Etéreo.
ResponderEliminarUn relato lleno de sensaciones intensas, sobre todo visuales, pero que deja una impresión muy inquietante. Me gusta esa paradoja, que se emborrone lo que un instante antes era concreto y visual.
ResponderEliminarAbrazos.
Hola de nuevo, paso a devolverte la visita y disfrutar de tu espacio.
ResponderEliminarTu relato transmite sensaciones y me siento de sentir que no de sentar entre volutas como ese dibujo que va a la papelera.
Por cierto del anterior, el segundo nanorrelato ha sido genial, la próxima que pierda las llaves ya se donde buscarlas.
Saludos.
Montse: Gracias por pasar a comentar. Mi intención era hablar de esas imágenes que pueden formarse en la mente (ideas) pero que no siempre puedes plasmar en el papel.
ResponderEliminarSusana: Lo que he intentado aquí es imaginar a un consagrado genio de la pintura ante un reto del que no es capaz de salir. Van Gogh trabaja en su estudio y quiere pintar una estación, como ya hicieron otros impresionistas antes que él. Uno a uno, imagina los detalles a la vez que los pinta, pero hay un momento en el que descubre que el resultado no será el esperado. Lo arruga y lo tira a la papelera (quién hubiera estado ahí para recogerlo y guardarlo). A la vez, he querido imaginar que cada vez que fracasaba volvía a su burbuja de comodidad, a sus girasoles, haciendo un guiño al porqué hay tantas versiones de este cuadro.
ResponderEliminarSeguramente se trata de un proyecto muy ambicioso y (como en tantas ocasiones) no he conseguido transmitir ni un 50% de la historia. Pero, por vuestros comentarios veo que el relato funciona, pese a mi.
Gracias por pasar.
Un abrazo.
Neuriwoman: Gracias pro pasar. Comparto contigo que el segundo es el mejor. Quizá es el que tiene un enfoque más disparatado.
ResponderEliminarDe todas formas, ves con cuidado, lo que hace el personaje de la historia para forzarse a recordar puede ser peligroso.
Hola Fernando. Gracias por tu comentario en mi blog. Me quedo por aquí para ir leyendo tus aportaciones. Esta microrrelato me ha costado un poco el leerlo. No sé si por estar cansado o por ser muy poético y elíptico. En fin, que espero ir cogiendo tu registro poco a poco.
ResponderEliminarBienvenido Ximens.
ResponderEliminarLa verdad es que, tienes razón, quizá es demasiado elíptico.
Las pistas pueden ser difusas. Mi intención era que se pudiera reconocer a Vincent Van Gogh por su hermano Theo y sobre todo por su obsesión con los girasoles. creía que en ese momento (cuando se descubre el protagonista de la historia) se entendería mejor el resto de frases anteriores. Pero a veces, nosotros vemos evidencias donde no las hay.
En todo caso, está claro que si se tiene que explicar es que no se ha logrado comunicar lo que se pretendía.
Intentaré tomar nota para mejorar en futuros relatos.
Gracias por tu comentario.