Entré en el despacho de padre el
día que dimos por finalizada su búsqueda. Enseguida percibí la ausencia del
abuelo. Su retrato había presidido aquella habitación desde que inauguró la
factoría, pero padre quiso sustituirlo por uno propio al tomar las riendas del
negocio. Sobre el escritorio hallé la factura de Monsieur Lombard, el estrafalario
pintor que mi hermano Steven importó de Europa.
Media tarde. La casucha amenazaba
desplomarse sobre el pequeño cementerio adyacente. Conté cinco inquilinos
mientras aguardaba para entrar en la penumbra de un taller iluminado por media
docena de velas colgadas del techo. Otras tantas alumbraban el nuevo retrato de
padre. Lombard me escrutaba desde detrás del caballete. Me invitó a sentarme en
un tajuelo. Acepté. Empezó a pintar. Bailaba alrededor del lienzo esgrimiendo
el pincel. A media noche, Lombard dio el combate por finalizado. Me invitó a
salir.
Un vez fuera recordé para qué
había venido. Llamé. Silencio. Entré en el cementerio buscando otra puerta.
Había contado mal. No había cinco lápidas, sino seis. La luz del farol
alcanzaba a iluminar dos. Me acerqué a leer la inscripción de la primera.
¡Imposible, Era de padre! La otra… la otra era mía.
Con este microrrelato de corte romántico, participo en la convocatoria del mes de febrero de ENTC. El tema, muy sugerente: EL RETRATO. Tomando cómo inspiración el Retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde.
Espero que os guste. Podéis visitar el relato en ENTC.
¡Fantástico, Fernando!
ResponderEliminarUn gran micro que espero que no pase desapercibido en el concurso.
Mis aplausos.
Muchas gracias Pedro. Me alegro de que te haya gustado.
EliminarEn tres pinceladas un fantástico retrato costumbrista.
ResponderEliminarMe quedó esa sensación de repetir una y otra vez los mismos gestos, generación tras generación. Muy bueno, me gustó mucho Fernando.
Un abrazo
Te contesté en ENTC. Gracias por partida doble por leer y además comentar.
EliminarUn abrazo.