A los que lo leáis, gracias. Espero vuestros comentarios de este "NOMICRO"
Despierta Marcelino, despierta. Ya ha amanecido y esas tres
palabras siguen rebotando en las paredes huecas de mi mente sin cesar… piedra,
papel, tijera, piedra, papel, tijera…
Me tapo los oídos. Ahora sonará el timbre para que nos
levantemos, pero yo no lo oiré. Esperaré a que entre Rebeca cantando María de las Mercedes con ese salero que
lleva tan bien puesto siempre. ¡Que feliz, que graciosa y simpática es, y que
guapa... ¡Y que buena está, joder! No puedo quitarme de la cabeza sus caderas,
contoneándose mientras camina entre nuestras camas cada mañana, despertando a estos
zumbados que duermen conmigo. Necios, tarados, les veo como la miran, como la
soban con los ojos babeantes… los mataría a todos, los cortaría en rodajitas
pequeñas y los pasaría por la Tourmix para que ella fuera solo para mi… ¡Basta,
Marcelino! Recuerda que hoy tienes que ser muy cuidadoso, tienes que
recordarlo, hoy es tu última oportunidad de demostrarles que se han equivocado
contigo, que no eres como los otros que habitan aquí. Pero si hoy tienes el más
mínimo desliz, si no pasas la prueba, te pudrirás aquí para siempre, piedra,
papel, tijera…
¿Qué es ese ruido? Tacones de aguja, ya está aquí. La luz del pasillo
se enciende y se abre la puerta de golpe, como siempre, y las persianas
también. ¡Dios! No puedo quitarme de los ojos esa sonrisa, esa boca
entreabierta, no puedo dejar de imaginarme esa lengua… observo como se le
mueven las tetas bajo la bata, Como me gustaría arrancársela y frotar esas
peras con mi…
—¡Marcelino! ¿Ya estamos otra vez? —me dice Rebeca mientras abre la última
ventana de par en par—. Deje de
tocársela, hombre, que se le va a gastar, es que… ¡cada mañanita igual!.
¿Tocármela? ¿Tocármela? ¡Mierda! Marcelino lo has vuelto a
hacer, como Rebeca se lo cuente al Dr. Mandrágora lo llevas claro. Intenta
pensar en otra cosa… Piedra, papel, tijera…
—Venga, a vestirse y a desayunar se ha dicho, ¡y punto! —dice Rebeca saliendo por la puerta
como entró, como unas castañuelas—.
Maria de las mercedes, mi rosa más sevillana…
En el baño todo ha ido como esperaba. Aurelio ha sido muy
amable, ha llegado al baño antes que yo, pero me ha dejado,muy amablemente,
asearme a mi primero. Aquí llevamos a rajatabla el orden: “El que llega antes llega antes, y punto”. Aurelio sabía que es un
día especial para mí, por eso me ha dejado pasar. Ha tenido un momento de duda,
es verdad, pero al final ha sido muy cortés. No entiendo que haya querido
pegarse de cabeza contra el cristal… ¡treinta veces! Mira que está zumbado el
tío, se ha seguido dando con el cristal hasta hacerse sangre, incluso cuando ha
perdido el conocimiento. Menos mal que hay sitios como este para gente como
Aurelio, ¿se imaginan lo que podría hacer alguien así en la calle? Dejo a
Aurelio en manos de los demás y me voy al comedor, piedra, papel, tijera…
Desayuno, otra norma: ¡Se
come todo lo que hay en el plato y no se deja nada, y punto!
El menú habitual: cereales, leche y unos trocitos de queso
azul, que de tan azul los quesitos se pasean por la mesa solos, arriba y abajo,
arriba y abajo. Los cereales no están como siempre, esto me ha puesto algo
nervioso. Seguro que lo han hecho a posta, porque he intentado hacer con ellos
una réplica del David de Miguel Ángel y por tres veces se ha derrumbado, justo
cuando llegaba a sus partes, una y otra vez ¡Venga! Al suelo. Mira que, como
estoy un poco constipado, tenía mocos de sobra, pero Igual eran demasiado
líquidos, porque no había manera de que los copos de avena se pegaran entre sí.
Al final he desistido, como no tenía hambre, he echado los restos de mi obra en
el cuenco del inventor y me he metido un chicle de menta en la boca. El
inventor, otro que tal baila, ¿saben que dice que inventó el hilo de coser? Bueno,
el hilo de coser, los corta-uñas, los discos de vinilo, los misiles
tierra-tierra, y los cazas de despegue vertical entre otras muchas cosas. Igual
también inventó las tijeras, o el papel… las piedras no, eso seguro.
Por suerte, la hora de las manualidades me la he saltado. La
odio. Son para que no os aburráis, dicen, si son aburridísimas. Los cubiertos
de plástico en las bolsitas y sin chuparlos ni pasarlos por las axilas; Las
figurillas de goma coloreadas a pincel y sin lanzárselas a los demás; los bolígrafos…
todavía recuerdo la bronca porque escupí en una carcasa…
Pero hoy no he tenido “a
terminar el puzzle se ha dicho, y punto”, no. Hoy no, porque hoy tenía que venir
a ver al Dr. Mandrágora para la revisión anual… y aquí estoy una vez más,
sentado en esta mierda de banqueta de madera tan incómoda, esperando a que me
llame… Y esas tres palabras que no me dejan en paz, piedra, papel, tijera… me tienen frito, así que para quitármelas de la cabeza me dedico a observar.
La salita de espera es enana y ruinosa, como toda la clínica, y
la decoración, ¡Que decir de la decoración! Un ficus más seco que la retina de
Dionisio, el de la ONCE. En la pared, un solitario cartel descolorido de Sor
Bigote pidiendo silencio y un reloj enorme de plástico, las agujas no se
mueven, pero el segundero no deja de hacer tac, tac, tac, y ese tac, tac, tac
tan molesto me taladra el cerebro. Me levanto y engancho la mitad del chicle de
menta en el segundero… tac… tac… tac… el condenado tiene más fuerza de lo que
pensaba, así que me quedo sin chicle y sin excusa.
Vuelvo a sentarme. Mis piernas deciden ir a la suya, inician un
tembleque que de tan frenético hace que la mierda de banqueta se desplace hacia
el ficus. Lo miro, pobrecillo, que seco está…
—Pero hombre, Marcelino. ¿Qué diablos está haciendo en el ficus?
—dice el Dr. Mandrágora desde la
puerta de su despacho,
—Lo he visto tan seco… —le contesto mientras intento desesperadamente subir la
cremallera de la bragueta ante la mirada fija y enojada del doctor—. No me mire así, solo quería que el
ficus estuviera mejor, en lugar de enfadarse conmigo debería llamar la atención
a la señora de la limpieza, hay que ver como está el servicio, mire —digo señalando el charco de agua
amarilla que hay en el suelo—.
Yo intentaría informarme de quien ha limpiado esta mañana y, ¿sabe una cosa? la
despediría sin contemplaciones…
El Dr. mandrágora ya no me escucha. Pobre hombre, se despista
con cualquier cosa, entra a su despacho mirando al techo, debe haber visto
polvo porque no para de soplar… este Mandrágora está majara. No se como pueden
poner a alguien así a evaluar a gente como yo. Si sería yo quien debería
evaluarlo a él. Cuando entro, ya está sentado en su trono de piel de vaca
marrón, entre él y yo, una mesa muy ancha de madera de roble y sobre la mesa
tres objetos: una piedra, una hoja de papel y unas tijeras pequeñas de punta
redonda…
—Ya sabe para que estamos aquí, ¿verdad Marcelino? —me pregunta con un tonillo de sorna
que no me gusta. Está intentando provocarme, eso está claro, así que decido
dejar las tijeras donde están, pero me molesta que siga mirándome con aquellos
ojillos de hiena, respondo pronto—. Si señor, para mi valoración anual. Pero no hace falta que
sigamos, si me permite quiero informarle de que ya estoy curado… hace días que
ya no me dan las pastillitas rojas, y he cumplido todas las normas. Ya puede
rellenar los papeles de mi alta, estoy perfectamente, se lo digo yo.
—Marcelino, siéntese normal en la silla hombre, con los pies en
el suelo y el culo en el asiento, que se va usted a caer.
¿Por qué tendrán los médicos esa facilidad para cambiar de
tema? Además, yo siempre he estado más cómodo con los pies en el asiento, pero
como hoy es un día especial le hago caso, me siento como el dice y espero la
prueba de los objetos... El no lo sabe, pero vengo preparado.
—Bien, empecemos. Ya me han dicho como se ha portado usted hoy —vuelve a usar ese tonillo irónico
que no me gusta, vuelvo a mirar las tijeras y vuelvo a renunciar a cogerlas—. Sus amigos Aurelio y el inventor
están muy contentos, le mandan recuerdos… desde la enfermería.
—Mire usted, me alegro de que me haga el comentario —le digo entre susurros acercándome
tanto como me permite la mesa—, en
confianza, esos dos no son mis amigos, no digo que sean mala gente, pero están
un poco idos, ¿sabe lo que quiero decir? Idos, chalados, majaras, locos, como
una auténtica regadera vamos.
—Se a que se refiere. Por eso están internos en un hospital
psiquiátrico, para curarse. Bueno, Marcelino dejemos el tema de sus “amigos” ¿Sabe
que son? —dice señalando
los objetos de la mesa. Intenta provocarme de nuevo, ¿acaso cree que soy tonto?
—Una piedra, un papel y unas tijeras —contesto escueto, sin alardear. Sin comentar
que para mí las tijeras de punta redonda son como el café descafeinado o la
cerveza sin alcohol... pretenden ser algo pero no lo son.
—Muy bien, ¿Y que son para usted? ¿Podría decírmelo?
Miro los objetos detenidamente, piedra, papel, tijera … venga
Marcelino, piensa, tienes que encontrar la respuesta que él quiere, lo habías
preparado…
—Se lo preguntaré de otra forma, ¿Para que sirven estos
objetos?
—Esa si es una buena pregunta, doctor —contesto feliz porque ahora si me acuerdo
de la respuesta que había preparado, la respuesta perfecta —¿Pues para que van a servir? Es
evidente, hombre. Pones la piedra sobre el papel y luego con las tijeras
recortas el contorno… así tienes una proyección en papel de la piedra… ¿a que
si?
El Dr. me observa, en su cara veo que no esperaba esta
respuesta… ¡ya está! ¡he ganado, he ganado, seré libre!…
—Su respuesta es bastante interesante, así que si le parece bién
voy a preparar los papeles porque tiene usted razón, parece que ya está curado…
No se que ha querido decir con “parece”, pero da igual. Lo he
conseguido, ya soy tan normal como ellos quieren. Mientras rellena los
formularios, Mandrágora me pregunta.
—Y una vez ha hecho eso con los objetos. ¿Se le ocurre otra cosa
para la que puedan servir? —como
que ya soy libre puedo decir lo que me plazca…
—Para hacerse un delicioso zumo para merendar —contesto.
—¿Un zumo? —me
pregunta, y veo como deja de rellenar el formulario, maldita sea, porque ha
parado, ¿que no lo entiende?
—Pues un zumo —aclaro—, un zumo de bichos. Primero cazas todos los bichos que puedas,
preferiblemente, escarabajos y lagartijas. Con las tijeras amputas patas y
antenas a los insectos, nunca acaban de licuarse del todo y luego se enganchan
entre los dientes. Con la piedra los haces caldo, haces un embudo con el papel
y lo alzas para que el zumo te caiga directamente en la boca… está delicioso,
lleno de proteínas, si me deja un momento salgo al patio y le hago uno. Bueno,
si no quiere no. No hace falta que me mire así…
Despierta Marcelino, despierta, ya ha amanecido y esas tres
palabras siguen rebotando en las paredes huecas de mi mente sin cesar… piedra,
papel, tijera, piedra, papel, tijera, piedra, papel, tijera… ¿Por qué están
ahí?
He leído el texto íntegro, me gusta sabes? tiene su encanto y algunos momentos de humor.
ResponderEliminarY cómo sigue Marcelino?
Fernando, aun no lo he leído, pero me he quedado muerto en el patio. Yo tengo un relato que se titula igual!!!!!
ResponderEliminarEn cuanto tenga un ratillo, me lo leo y te lo comendo como Dios manda.
Tampoco es tan largo y en este caso se lee muy bien. Es lo bastante ameno para que llegues al final y las pistas sobre el lugar donde se encuentra el "personaje" están bien matizadas. a mí me gusta. Lo que pasa es que ahora soy yo la de piedra, papel y tijera... jajaja.
ResponderEliminarBesitos
niagua, la verdad es que se trata de un ejercicio de ironía continuo, y me lo he pasado muy bien escribiéndolo.
ResponderEliminarMe temo que Marcelino sigue levantándose cada mañana con el mismo espíritu enhiesto aunque últimamente está algo más triste. Han despedido a Rebeca y ahora les despierta un celador con muy malas pulgas que entablan discusiones eternas con las chinches que habitan en el colchón.
Hola Miguel Ángel. Lee cuando puedas, sin compromiso. Si que es curioso que tengas un micro que se llama igual. El relato es de hace tiempo, de un ejercicio "literario" que hicimos hace tiempo con Mónica y otros amigos.
ResponderEliminarYa me dirás que te parece y tranquilo, no tengo prisa, que se que es largo.
saludos.
Elysa, gracias por pasarte a leerlo. Intenté recortarlo, pero no pude. Me guta cada una de las escenas, y al final para quitar un par de frases (a parte de las tres o cuatro que quité) tampoco tenía mucho sentido.
ResponderEliminarSer de piedra, papel o tijeras en ciertos momentos puede tener su qué, así que no te preocupes demasiado por eso. ;-)
A mi me ha gustado bastante. Creo que ese personaje está muy bien conseguido, tampoco entiendo de locos, pero vamos. Es un ejemplo claro de cómo el lector averigua las características por lo que dice y hace, además de ser consciente que no es como dice ser el personaje.
ResponderEliminarDicho esto hay tres cosas que me gustaría apuntar:
- El relato se lee muy bien, y no es largo (4 páginas Word), lo que pasa es que en general la gente adicta al microrrelato no lee estos trabajos. Pero como avisas antes...
- A mi sí me parece largo para ser leído con fondo negro y letra blanca. Eso sí que me cansa. Por ello lo he copiado a Word y leído cristianamente.
- Ablacclaro: Por último, debes darle un repaso a las uso y costumbre de las tildes (ejemplos: que por qué; se por sé) A mi me pasa lo mismo, pero tengo ya mi chuleta y procuro pulir el relato antes de sacarlo, y me he tenido que estudiar los libros de bachiller de mi hijo (jeje).
Nos leemos.
Ya me lo he leído.
ResponderEliminarMe gusta mucho el personaje. Daría para una novela, realmente. Y estoy contigo en que no sobra ninguna escena. Además, el relato es tuyo y, por encima de todo, te ha de gustar a tí. Pero sí que, sin tocar las escenas, sí que le quitaría palabras. Algunas se podrían anular sin alterar el fondo de las escenas. Y creo que ganaría. Pero vaya, que ésta es mi humilde opinión, Fernando. Se entiende que cuesta mucho borrar. Mercedes Abad decía que lo más difícil de escribir, es borrar
Aparte de esto, me gusta sobre todo, el humor absurdo que destila a veces.
Un abrazo, Fer.
Ay!!, son las 11:20, tengo que dormir. Pero mañana paso por aquí y te leo ok?, ;-). A mí también me gustan los largos, aunque lleve su tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Fernando
ResponderEliminarEl realto está bien. No es tan largo, lo que pasa es que yo creo que estás acostumbrado a escribir micros y lo ves desde otra perspectiva.
Si me lo permites, te voy a hacer una sugerencia para los encabezados de tus entradas en el blog. no los presentes como una disculpa, es tu obra y para ti es genial a pesar de lo que otros puedan opinar. no la desacredites antes de empezar, a la gente se le quitan las ganas de leer.
A mí me ha gustado. Enhorabuena.
Hola Fernando,
ResponderEliminarPues lo leí. No sólo de micros vive el hombre. Me ha gustado el mundo, el ambiente delirante del personaje. Su capacidad de logogrifo de las escenas que vive en el psiquiátrico, cómo esa aceleración del pensamiento discorde le pierde ... El director un poco mal también está si la prueba de los tres objetos es concluyente, ¿no?. Ahora entiendo muchas cosas del mundo exterior, claro.
Con una piedra, un papel y una tijera ... te digo hiedra, corcel y cochera. Saludos.
Ximens. Mi gran asignatura pendiente son las faltas de ortografía, nunca les presté demasiada atención en el pasado y así me veo ahora. Intentando enmendar esas carencias. En todo caso me toca revisar esos "qués" y esos "és" gracias por la aportación.
ResponderEliminarMe lo miro y lo reviso.
Miguel Ángel, no te cortes, dime que palabras sobran según tu criterio. Tengo las tijeras preparadas y si me convences tienen sus días contados dentro del relato. Ami me cuesta borrar, pero no tanto, lo que pasa es qué, quizás estoy tan cerca de la historia cuando escribo que me cuesta ver que és lo que sobra.
ResponderEliminarTranquila Laura. Duerme, soy consciente de que este escrito necesita su tiempo...
ResponderEliminar"Touché" Vidal.
ResponderEliminarNo era mi intención desmotivar al visitante hacia la lectura, pero sigo pensando que se trata de un relato de más extensión de la óptima para internet. Agradezco mucho las visitas y el tiempo que dedican a mis textos y no me gustaría vampirizar ese tiempo. En todo caso, me alegro de que (a los comentarios me remito) se haya echo ameno y hayáis pasado un buen rato junto a Marcelino.
Hola Xesc. Un amigo (estudiante de psicología) me dijo que la gente inicia sus estudios de psicología principalmente por que necesitan un psicólogo.
ResponderEliminarDe ahí que el doctor Mandrágora sea así mismo peculiar... ¿o será el mismo Marcelino el que nos lo muestra como quiere?
¿Hiedra, Corcel y Cochera? ¿Se trata de un reto? Ok, recojo el guante y me dispongo a construir en breve una pequeña historia con esas palabras.
Pues tampoco ha sido tan largo. Yo también he pensado siempre que psicólogos y psiquiatras eligen esa especialidad por necesidades propias.
ResponderEliminarSaludos a Marcelino.
Muchas gracias por la visita Neuriwoman, la verdad es que recrear o "crear" esta pequeña porción de mundo de locos me ha encantado. Dado lo escrito, quizá soy yo el que debería asistir a terapia, pero no me apetece. De momento prefiero seguir volcando ideas en el blog.
ResponderEliminarMarcelino te manda recuerdos.